viernes, 19 de noviembre de 2010


Economía, desigualdad y derechos humanos a ambos lados de la cordillera.

El jaguar y el avestruz

Uruguay y Chile tienen muchas cosas en común. Es interesante repasar algunas de estas similitudes de los últimos tiempos a la luz del partido de ayer, más allá del resultado, más allá de las manos de Muslera y de la despedida de Bielsa.

En diferentes campos, Chile y Uruguay han sido dos pretendidos “modelos” en América del Sur para organismos internacionales, analistas y grandes empresas. Chile por su desarrollo económico de la década del noventa, en la posdictadura. Uruguay por su estable y armónica democracia y su capacidad de establecer políticas de Estado de largo aliento, más allá de los cambios de partidos en la conducción del gobierno. Analicemos un poco más estos modelos y veamos que esconden.

Empecemos por Chile. Sin dudas, el crecimiento económico chileno fue ejemplar. En comparación con los “tigres” del sudeste asiático, en la década del noventa se acuñó el mote de “el jaguar” -el gran felino americano- a la nación andina. Sin embargo, simplemente con analizar los indicadores de desigualdades sociales elaborados por los mismos organismos que lo colocaban como ejemplo, fue posible ver que el jaguar era de cartón. Chile, después de Brasil, fue a lo largo de la década del noventa el país más desigual de América del Sur. Su economía a base de la exportación de minerales y productos hortícolas (cítricos, sobretodo) estaba (y está) fuertemente subsidiada por trabajo semiesclavo en la minas de cobre y en las plantaciones, donde son explotados indígenas, campesinos y pobres rurales.

¿Y que hay de la democracia uruguaya, de la suiza americana? Es cierto que hay políticas de Estado y que han trascendido la rotación de los partidos Colorado, Blanco y Frente Amplio en la conducción del gobierno. Una de estas políticas de Estado parece ser el mantenimiento de la impunidad a los asesinos y torturadores de la reciente dictadura militar. Hace pocos días nos enteramos que el general que estaba a cargo de uno de los destacamentos más importantes del país (la División IV, con asiento en Minas) fue procesado por estos crímenes. Pero esto sucedió al margen, en los intersticios de la oprobiosa Ley de Impunidad que hoy se mantiene en gran medida por los desencuentros internos del propio Frente Amplio.

En este sentido, en la tarde de hoy, la Presidencia de la República dio a conocer un comunicado firmado por el presidente José Mujica, donde señala que obedecerá y acompañará las decisiones que el Frente Amplio adopte "por mayorías" en relación al Proyecto Interpretativo de la Ley de Caducidad. Además, resuelve "no inmiscuirse en la decisión, por considerar que finalmente sería el Parlamento el que debía resolver", y aclara que la participación del canciller Luis Almagro en una comisión del FA "no fue decisión del gobierno", sino "colaboración militante y personal del mismo".

A esto se suma el reconocimiento que tuvo que hacer el Estado uruguayo al inicio de esta semana en Ecuador, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en relación a la inacción ante la denuncia de Juan y Macarena Gelman por la desaparición de María Claudia García de Gelman durante la dictadura. Allí se “asumió la responsabilidad” al tiempo que paradójicamente se señaló que el Estado uruguayo “no fue omiso” con sus compromisos internacionales en materia de Derechos Humanos.

La democracia uruguaya como modelo, se resquebraja. Y si Chile era el Jaguar de América del Sur, Uruguay podría ser el avestruz continental: escondiendo la cabeza bajo la tierra mientras la impunidad campea alegremente y con un sólido respaldo institucional.