jueves, 4 de noviembre de 2010

Adiós al Sabalero


De joven trabajaba en una fábrica, era hijo de Villa Pancha, el barrio más popular del ya de por sí popular Juan Lacaze; un obrero del interior, de esa otra pequeña capital industrial del oeste de Uruguay. A él no se lo contaron, él escribía lo que sabía, él cantaba versos manchados de vida como diría Neruda. Le fue bien, dejó la fabrica por la guitarra, la mecánica repetición por el arte de marcar su propio tiempo, su propio ritmo. Cantó mucho, pinto paisajes de formas tan realistas con sus versos como lo pudo hacer en su tiempo Emile Zola, pero con ritmo y melodía. Cantó y habló, y por eso tuvo que huir durante los años de plomo. Allá en el Norte, en el país de los molinos y las represas, encontró otro hogar, su familia creció, y su carrera no se frenó por la distancia.

Un constante caminante, de acá para allá, y de allá para acá. No sabemos si sus palabras lo precedían o lo antecedían, pero sí que estaban siempre a su alrededor, difícilmente contenidas. Por ello tuvo que visitar un juez, cuando dijo en público lo que muchos pensamos sobre la educación militar. La muerte lo encontró arreglando su otro hogar, una casa que tenía en el balneario Villa Argentina. El Sabalero se fue, un ciudadano lacacino, un ciudadano del mundo. Un poeta realista, popular, que nos dejó una obra maravillosa*, que estamos obligados a revisitar de vez en cuando, para entender cómo es que el arte vale más cuando es imperfecto, manchado de historia, y jugado.

*La perrera, Borracho pero con Flores, Chiquillada, Carita Gris, Angelitos, entre otras tantas, son canciones que hoy se vuelven eternas.

latejapride / Publicado en Brecha