jueves, 4 de noviembre de 2010

La pelota no se mancha

Maldita violencia

Al menos desde lo que pasó el martes en Avellaneda, esta semana gran parte de las discusiones futboleras tuvieron que ver con lo que se ha dado en llamar “la violencia en el fútbol”. La idea hoy es desarmar esa categoría para demostrar que no existe por sí misma.

Lo del martes es conocido: en Buenos Aires, en el Estado de Independiente de Avellaneda el arquero de Defensor Sporting recibió una pedrada que le impactó en la cabeza, le provocó un visible sangrado (pero seguramente el dolor mayor para el golkeeper fueron los 4 goles que recibiría durante el transcurso del partido).

Los comentaristas especializados han discutido desde entonces si el partido debió suspenderse o no, si habrá que sancionar a los rojos de Avellaneda, etcétera.

Y los periodistas en general han vuelto a ubicar estos sucesos bajo el rótulo de “violencia en el fútbol”. ¿Entonces, porque decimos que no existe? Porque el fútbol no es un ámbito aislado de la sociedad, la política o la economía. La violencia está ahí, incrustada en las relaciones sociales que constituyen las formas dominantes de vínculo: en la explotación económica, en la discriminación social, en la violencia simbólica de no tener lo que se supone todos pueden tener.

Un ejemplo triste, grave, de esto se vivió ayer, también en argentina. Una crónica resumida: un grupo de militantes sindicales de trabajadores tercerizados de una línea de trenes pretendió cortar las vías para protestar contra despidos de algunos de sus compañeros. Una patota del sindicato de los ferroviarios no tercerizados impidió el corte, enfrentándose con los otros militantes con puños, palos y armas. El resultado: un joven militante de 23 años (Mariano Ferreyra) muerto con una bala en el pecho. Una militante de 60 años en coma con una bala en la cabeza y otros dos militantes con balas en su cuerpo pero sin gravedad. La Policía Federal, responsable de innumerables casos de represión y gatillo fácil no intervino esta vez, creó una “zona liberada” para que los patoteros de la Unión Ferroviaria pudieran actuar impunemente.

Pero ¿qué tiene que ver esto con el fútbol? La crónica la periodista Laura Vales, en Página 12 de hoy, da cuenta de que en la estación Avellaneda, donde empezaron los enfrentamientos ayer, como parte de esta patota ferroviaria “actuaron barrabravas de las hinchadas de Independiente, Ferro y Banfield”.

Repetimos. El fútbol no es un ámbito aislado de la vida. La violencia del fúbtol no existe. Es la misma violencia que está presente en las relaciones sociales constitutivas de nuestra contemporaneidad, fundadas en la explotación del hombre por hombre. Si verdaderamente nos preocupa la violencia deberíamos intervenir para trabajar sobre ella en todos estos niveles y no rasgarnos las vestiduras por lo que pasa adentro de un estadio o una cancha.

Esto no impide -por cierto- que critiquemos a las patotas que actúan con impunidad y que pretenden imponerse sobre los otros, en el estadio, en las calles o en las vías del tren y que una vez más, junto a todos los movimientos populares de la otra orilla, emerja el reclamo de justicia y castigo a los culpables.